sábado, 23 de febrero de 2008

"EL POCHO DEMARCO ME DESCUBRIÓ COMO LATERAL DERECHO.."

(Agradecemos el material a los duraznenses que llevan adelante el prestigioso Semanario Arequita, de Lavalleja)
IMPERDIBLE REPORTAJE DEL SEMANARIO AREQUITA, DE MINAS, AL CRACK DURAZNENSE
LA NOTA SE TITULA: "CIERRE, QUITE Y PROYECCIÓN POR EL LATERAL"
-Alfonso, naciste en Montevideo…
-Sí, efectivamente, pero con las raíces duraznenses.
-¿Cuándo llegaste a este departamento?
-En 1981 como paseo y ya me quedé aquí.
-¿Qué cosas influyeron para que tomaras la decisión de venir a radicarte aquí?
-Me gustó de entrada, creo que la misma juventud me hizo quedar. Después, gracias a Dios conocí a quien luego sería mi señora, Beatriz. Aquí nacieron mis dos hijos, Maximiliano de 15 años y Micaela de 6. Maximiliano juega al fútbol. En sus primeros años me encontró jugando en Nacional de Montevideo.
-Futbolísticamente hablando, al llegar a Durazno te integras al Club Artigas…
-Las categorías más juveniles las hice en América de Paso de los Toros, porque residí año y medio en esa ciudad. Después vine a Durazno a pasear y dejé un poco de lado el fútbol. En aquellos tiempos había categorías de 13 y 14 años en las que en realidad no había actividad. Un tío, Contreras de apellido, me inscribió en el Artigas y retomé la actividad futbolística de esa forma.
-¿También te vinculaste al ejército?
-Jugué en el equipo del ejército y estuve un tiempo como soldado, pero más que nada de civil, para agregar un sueldo extra que emanaba de mi carácter de futbolista. Después, cuando tuve la suerte de concurrir al Sudamericano, dejé esa actividad.
-Hasta 1984 jugaste en Durazno…
-Exacto. Jugué en 4ª algunos partidos, en Primera y aparecí en una Preselección que se armó para el Sudamericano que se jugaba en Paraguay.
-De ahí surgió la posibilidad de vincularte a Peñarol…
-Así es. En aquel momento cada departamento del interior podía elegir a sus representantes para esa Preselección. Yo fui en representación de Durazno, quedé entre los 36 jugadores preseleccionados y al regreso del Sudamericano que jugamos en Paraguay ya se había solucionado el tema con Peñarol. Se habían interesado Wanderers, Bella Vista, Cerro, pero el nombre más fuerte fue el de Peñarol, por intermedio del Cnel. Conti, que estaba en Durazno y me las gestiones para llegar a la institución.
-¿Siempre jugaste como lateral?
-No, jugaba de volante. Lo hice durante dos años en la Selección Juvenil de Durazno en esa posición, al igual que en el Artigas. Una semana antes de la confirmación de que tenía que ir a Montevideo a la Preselección para ese Sudamericano, el “Pocho” Demarco me puso como lateral derecho. Me dijo que en Montevideo nos llevaban gran ventaja en la parte física y en la adaptación al puesto, me probó en esa posición y fui al Sudamericano como lateral derecho.
-¿Cómo lo recuerdas al “Pocho” Demarco?
-Como una de las muy buenas personas futbolísticamente hablando, porque tiene mucho conocimiento del fútbol. Me habló muy bien y me adaptó a una posición en la que no jugaba.
-Llegas al Peñarol que se estaba preparando para la temporada ’85, en la que fue Campeón Uruguayo…
-Fui a Peñarol cubriendo el número 23 de la Libertadores, en lugar del “Charly” Batista. Peñarol debía abonar un determinado dinero para contar con sus servicios, no pudo hacerlo y el lugar 23 quedó vacante. Esa Libertadores no viajé. Extrañaba mucho y quería venirme para Durazno. Los primeros meses me costaron bastante. Luego, por las enseñanzas recibidas, eso fue cambiando en cierto aspecto, porque me dedicaba al fútbol o tenía que hacer otra cosa.
-¿Qué jugadores tenía Peñarol en aquel momento?
-Estaban Miguel Ángel Bossio, Fernando Morena, “Pinocho” Vargas, “Coquito” Rodríguez, el “Chueco” Perdomo haciendo sus primeras armas, Fernando Álvez, el “Pollo” Vidal, que estaba empezando, Walkir Silva, el peruano Hurtado, Víctor Hugo Diogo en sus últimos partidos, Eliseo Rivero -quien me enseñó el cierre de derecha a izquierda o viceversa, siendo él lateral izquierdo-. Siempre fui agradecido, aunque hace algún tiempo que no lo veo. Estaba el “Tano” Gutiérrez también. Son cosas que te quedan. La escuela de Peñarol para nosotros fue importantísima.
-En el ’86 el técnico era Don Roque Gastón Máspoli, nada menos…
-En ese año yo ya era un jugador de Primera. Me costaron los dos primeros meses de adaptación, pero una vez que llegué a Primera no bajé más. En Tercera jugaban los que no lo hacían en Primera. Siempre practiqué en Primera, al igual que el “Pinocho” Vargas, Hurtado, el “Cabeza” Salazar. De repente bajábamos para completar el plantel de Tercera, pero pertenecíamos al plantel principal. En 1985 y 1986 fuimos Campeones Uruguayos, hasta que en 1987 llegó el Maestro Oscar Washington Tabárez.
-¿Cómo era ser dirigido por Roque Gastón Máspoli?
-Era para nosotros una persona que aportaba mucha experiencia. Hablaba muchísimo con los más jóvenes y se recostaba mucho a la gente de experiencia. Entrenábamos con la seriedad correspondiente, pero hablaba mucho fuera de los entrenamientos. Era como un padre para nosotros y nos aportaba la experiencia vivida. Para nosotros, el “Chueco” Perdomo, el “Bomba” Villar, el “Pollo” Vidal, nos dejó una enseñanza valiosísima.
-El ’87 fue un año redondo en lo profesional…
-Si, fue la primera citación a la Selección mayor de Uruguay, con Roberto Fleitas como técnico, primera Copa América con un plantel mezclado con muchachos jóvenes y gente de experiencia. Siempre digo que el año ’86 para mi fue muy bueno, completando el año ’87 con la citación a la Selección mayor y jugando la Copa América en Argentina, enfrentando al Campeón del Mundo de ese momento, teniendo enfrente al mejor jugador del mundo en aquel momento, Diego Armando Maradona, estar rodeado con jugadores de muchísima experiencia como Enzo Francéscoli, Rúben Sosa, Antonio Alzamendi, el “Tano” Gutiérrez. Los más jóvenes teníamos gente al lado de muchísimo respeto y experiencia vivida internacionalmente.
-No se amilanaron ante nada. Jugaban contra la selección campeona del Mundo en México un año antes y en su cancha. Recordamos que durante el partido se dio una jugada sobre la línea que te tuvo como protagonista junto a Maradona…
-En aquel momento no teníamos mucho entrenamiento para el nivel de exigencia que cargábamos. Si no hay entrenamiento, si no hay adaptación a un grupo, todo se hace mucho más difícil. En aquel momento habían pocas prácticas entre nosotros, mucha responsabilidad, siendo visitantes, enfrentándonos a Argentina y a Chile con jugadores de muchísima experiencia internacional. El día antes yo iba a jugar por el lateral izquierdo y Gonzalo Díaz, de Wanderers, lo haría por derecha. El suplente era el “Chango” Pintos Saldaña. El día anterior recuerdo que Roberto Fleitas cambió el equipo. Gonzalo Díaz venía padeciendo una pubalgia muy grande, venía bastante dolorido, y por esa razón yo terminé jugando a la derecha. Habíamos cambiado la figura pero manteníamos la misma responsabilidad. Estaba Caniggia en su mejor momento, Maradona, el mejor jugador del mundo… Y en esa jugaba no había que “aflojarlo” pero sí hacerle sentir que éramos uruguayos y que era un jugador normal. Siempre estuve agradecido a él por declaraciones que hizo después de ese partido, las cuales me ayudaron muchísimo para luego jugar en el fútbol argentino, más precisamente en River Plate. Siempre me dediqué a la función de marca, a nada extra fútbol, simplemente se dio esa jugada. Él llegó a una pelota, la pisa, la deja sobre la raya del lateral. Yo voy y le pego un pelotazo pero no para agredirlo sino para que se diera cuenta que iba a estar muy cerca de él, pendiente de lo que hiciera durante todo el partido. Recuerdo que me lanzaron algunas naranjas de la tribuna por aquella jugada...
-Logras la Copa América con Uruguay y llegas al Peñarol que se aprestaba a jugar instancias decisivas de la Libertadores de ese año…
-Ya venía un grupo grande trabajando junto durante dos años, con un promedio de edad de 22 años, el “Chueco” Perdomo ya confirmado como el 5 y el capitán del equipo, el “Pepe” Herrera también, Obdulio Trasante, Marcelo Rotti, el “Bomba” Villar ya era más jugador decisivo porque siempre que entraba convertía goles fundamentales. Ya venía un grupo familiar. Siempre digo que Peñarol forma jugadores y aparte de eso grupos humanos que hasta ahora seguimos en contacto. Esa es la diferencia de Peñarol, la amistad, el grupo, a nivel de jugadores y de familia. Hoy por hoy seguimos manteniendo los contactos y las amistades con aquellos compañeros. Era un plantel muy joven el de 1987 y se lograron cosas muy importantes para la institución.
-Trasante fue uno de los caudillos de aquel proceso…
-Si, por supuesto. Me acuerdo que en el año 1986, con Máspoli de técnico, se lesionó Juan Rabino, el lateral izquierdo. Trasante jugaba de volante y yo lo hacía como marcador de punta derecho. El “Pepe” Herrera jugaba de zaguero con Marcelo Rotti. A raíz de esa lesión se hizo un movimiento táctico que fue más que nada resolución del plantel ya que Roque estaba expulsado, en la tribuna. Yo pasé a la izquierda, Herrera de lateral derecho, Trasante de zaguero con Rotti y ahí se armó la defensa. El “Loco” Trasante tenía una personalidad tremenda dentro de la cancha, a los rivales siempre les infundía respeto y sabía hablar en el momento justo. Siempre decía que cuanto más le gritaran, él fortalecía las ganas de jugar. Yo saqué eso de él, la personalidad de que cuanto más cerca uno sienta a la gente, es mejor. Cuando la gente no grita, uno como que se encuentra más perdido.
-Nunca tuviste problemas de perfil ya que gran parte de tu carrera la hiciste como marcador de punta izquierdo siendo que eres derecho…
-Tuve que entrenar mucho del lado izquierdo para el desborde y el centro, pero al ser un físico chico, siempre fui muy ágil. El jugar en el interior de volante y andar mucho con la pelota también me ayudó muchísimo. Tenía el enganche corto y el centro más rápido. A veces no lo hacía con la zurda pero tenía la moña corta con la derecha y hacía el centro enseguida. Diego Aguirre decía que el año que fue goleador fue por mis centros. Tuve que aprender a pegarle con tres dedos para no desbordar con la pierna izquierda. El cierre de izquierda a derecha es mucho más fácil para el derecho. Muy pocas veces jugué de derecha a izquierda y después lo otro, el anticipo y el cierre lleva a adivinar la jugada, a ser más rápido mentalmente.
-Recordamos la final de la Libertadores de 1987 contra el América de Cali, partido en el cual en varias ocasiones te tocó ser el último hombre de la defensa de Peñarol…
-En estos últimos años que jugué en clubes del interior lo hice como líbero por ser más rápido y adivinar mucho más la jugada, por tener la experiencia de los cierres y el anticipo. En los corner quedaba en la mitad de la cancha como último hombre. Tuve la suerte de que la mayoría de las veces que adiviné la jugada, fue a favor mío. Bueno, a raíz de adivinar una jugada es que me lesiono, me rompo el ligamento cruzado y el menisco contra un equipo ruso, en un cuadrangular amistoso que hubo en el Estadio Centenario. Adiviné, cerré de izquierda a derecha, y cuando fui a arrancar hacia adentro se me tranca la pierna. Fue por cuestión de adivinar la jugada, por ser rápido, se me trancó la pierna y tuve esa lesión.
-Lesión que te tuvo varios meses sin actividad…
-Estuve casi todo el año ’88 parado. En la parte de recuperación yo estaba pronto a los cinco meses. Hacía triple horario, la recuperación fue 100%, tanto así que a partir de ese momento no sentí nunca nada anormal en la rodilla. Gracias a Dios el Presidente en aquel momento era el Cr. Damiani y por mi rendimiento en el club no me apuraron, no me exigieron jugar, me dejaron casi todo ese año en recuperación, no por no poder jugar, simplemente que querían que me recuperara bien, que estuviera al 100% de mis posibilidades. Es por eso que le estoy eternamente agradecido porque fue uno de los presidentes frontales, que siempre dijo las cosas como son, que aquel jugador que le rendía o aquella persona que le cumplía, él siempre estaba agradecido.
-Me acuerdo de un partido contra San Lorenzo por la Copa Libertadores de 1988 en que te probaron hasta último momento pero finalmente no jugaste…
-Si, ese año venía con un problema de clavícula creo. Después del año ’90 vine con una pubalgia muy grande, lo que hacía que no entrenara en toda la semana y que solamente jugara los partidos del fin de semana. Concentraba y jugaba. Eso lo logré por los años anteriores, por los muy buenos momentos vividos, tuve la suerte de tener un rendimiento parejo. No era el mejor, o si lo era yo siempre decía que era uno más, que simplemente cumplía mi función, pero tampoco era el peor jugador. Siempre tuve un rendimiento parejo y el tema de las declaraciones a nivel de prensa ustedes saben que es para tomar con pinzas. Si uno no tiene los pies sobre la tierra, a veces puede creerse que ya llegó o que es el mejor en su puesto. Hasta ahora, con 42 años, intento cumplir mi función, entrenar para rendir, y lo otro viene solo, a veces con buena suerte y a veces con mala suerte.
-¿Cómo fue jugar el Mundial de Italia ’90?
-Para mi inolvidable. Si uno estaba acostumbrado a estar en un equipo grande y tener todo organizado, jugar todos los años copas en España, la Teresa Herrera, partidos internacionales, finales, Libertadores, finales del Campeonato Uruguayo, Liguillas, ir a la Selección uruguaya y jugar Copas América –‘87 y ’89- ir al Mundial fue lo máximo. Es a lo que apunta siempre un jugador, llegar a lo máximo, sueños que a base de mucho sacrificio se logran. En 1990 trabajé durante tres meses haciendo dos pretemporadas. Éramos solamente seis jugadores del medio local. Tuvimos muy buen nivel de entrenamiento, de partidos amistosos, se le había ganado a Inglaterra 2 a 1 en Wembley, habíamos empatado 3 a 3 con Alemania, momentos individuales de cada jugador excelentes, a nivel de equipo de grupo. El primer partido fue contra España y en el momento de convertir el penal no tuvimos la suerte necesaria y a raíz de eso no se hizo un buen papel de ahí en más. Pesó mucho a nivel de grupo, a nivel individual en el caso de Rúben Sosa, pero como experiencia vivida fue redondo. Para verlo, tienes que vivirlo de adentro, conocer lo que es una concentración, un viaje, que te hagan una escolta para llegar a los estadios, la gente, hay que vivirlo…
-¿Se puede vivir el día anterior a un partido de un Mundial?
-En aquel momento no lo pensaba demasiado lo que estaba viviendo. Sí se festeja una vuelta olímpica, una Copa América, una Libertadores, un Campeonato Uruguayo, un brindis, la alegría, pero como que uno en ese momento no piensa realmente lo que logró. Después, a medida que pasan los años te das cuenta que fuiste Campeón de América, que ganaste una Libertadores… Si hoy me dieran la posibilidad de ganar esos títulos nuevamente, los viviría de un modo diferente. En aquellos momentos tenía la confianza interior de que andaba bien, que estábamos bien, que se trabajó para hacer lo mejor posible, sabedores de que éramos uruguayos y que en las difíciles metíamos un poquito más. Después del ’90 todos los entrenamientos y los partidos los viví en forma diferente.
-¿Cómo siguió tu carrera después del Mundial del ’90?
-Volví a Peñarol. En el ’91 hubo una Copa América en Chile. Uruguay fue dirigido por Luis Cubilla. Probó a 86 jugadores y el único mundialista que no fui citado fui yo. Problemas personales, nunca tuve con él, no lo conocí personalmente, nunca lo tuve como técnico, pero fueron cosas que me pesaron a partir de ese momento. Dentro de mi currículum lo que no me gustó fue eso. Lo negativo de mi carrera fue eso, porque nunca entenderé que no me diera la posibilidad de estar en un grupo de 86 jugadores a prueba. A principio del ’92 vino Petrovic a Peñarol con el Profe Valenzuela que actualmente hace dupla con Jorge Fossatti. Yo tenía contrato vencido, esperé el momento, la fecha tope en la que se presenta la lista en la AUF, hice la pretemporada con Peñarol, le organicé un partido amistoso en Durazno y recuerdo que había un partido amistoso contra Independiente en Montevideo. Uno o dos días antes de este encuentro hablé con el técnico, le dije que agradecía la pretemporada, todo lo que me habían dado en aquel momento, pero que tenía el contrato vencido y era el tiempo como para tener la posibilidad de irme. Él quedó sorprendido, al igual que integrantes de la Comisión Directiva que pensaron que tenía un año más de contrato. Aparentemente por un error administrativo, la mía fue la misma situación que la de Carlitos Sánchez. Quedamos en condición de libres, se negoció la renovación, apareció un ofrecimiento muy importante, pero por la amistad que tenía en aquel momento con Antonio Alzamendi él organizó una reunión con la gente de River Plate argentino. Aprovechando la situación de Peñarol, al quedar libre, y la posibilidad de hablar con la gente de River, esperé, no cerré las puertas con Peñarol, pero en un día arreglamos la situación con River. Tuve que volver a pedir la autorización correspondiente, la Directiva me agradeció por los servicios prestados y se puso una cláusula verbal que si regresaba al Uruguay la prioridad la tendría Peñarol. En 1992 me fui a River. Allí estuve año y medio, en un equipo grande, con Daniel Passarella de técnico y el “Tolo” Gallego como ayudante. A raíz de lo malo que viví en el ’91 me surgió esta posibilidad al año siguiente. En ocho años en Peñarol la única lesión grande que tuve fue en la rodilla, mientras que en River Plate tuve tres lesiones musculares, lo que me llevó a jugar 10 ú 11 partidos. El estado físico, la competencia son diferentes al fútbol uruguayo y delante de mí tenía como laterales a Basualdo y a Altamirano, los titulares de la Selección Argentina en ese momento.
-¿Y después de River Plate?
-Me lesioné en la Copa Libertadores en un partido en Paraguay. Me hice un pellizco de meniscos jugando en River. Estaba a 15 días de firmar el contrato definitivo, River iba a hacer uso de la opción pero por ese pequeño inconveniente esa posibilidad se terminó desechando. Volví a Uruguay y la prioridad la tenía Peñarol. Me acuerdo que el hijo del Cr. Damiani me mandó una invitación para ver un partido amistoso. Hablé con la Directiva de Peñarol, cumplí con la palabra que la prioridad la tenía la institución –aparte yo quería volver a Peñarol-. El técnico era Gregorio Pérez, a quien yo había tenido como ayudante del Maestro Tabárez en la Selección en 1990. En ese año yo era el capitán de Peñarol y fui uno de los ‘causantes’ de que Gregorio Pérez tenía que ser el técnico de Peñarol. Me acuerdo que hubo una reunión en Italia, en nuestra concentración, con el “Chueco” Perdomo, el “Hormiga” Alzamendi y el “Tano” Gutiérrez para proponerle a Damiani que Gregorio fuera el técnico de Peñarol. Años después llegó a Peñarol y en mi caso, luego de haber estado en River argentino, tuve la posibilidad de volver a Peñarol pero Gregorio me negó esa posibilidad. La opción de él era que yo me quedara parado seis meses, hasta diciembre de 1994, pero yo entendí que no era lo más conveniente para mi, por mi experiencia y por todo lo que había vivido en Peñarol. Cumplí mi palabra pero por la opinión de Gregorio Pérez no pude volver a la institución. Y entonces vino Nacional a hablar conmigo. Era difícil cruzar la vereda… Nacional me propuso algo diferente, sabiendo que yo iba a perder la mayoría de las amistades, porque el cambio iba a ser muy grande. Eduardo Luján Manera era el técnico de Nacional en aquel momento y había un lateral que era de Defensor, Mario Gastán. Firmé con Nacional y no estoy arrepentido, a pesar de cosas malas que viví en esos dos años. De los 200 y pico de partidos clásicos vividos, en dos años en Nacional perdí casi todas las finales y más clásicos que en ocho años en Peñarol. Como experiencia me confirmó muchísimas cosas que sentía cuando jugaba en Peñarol. En Peñarol sabíamos cómo jugarle a Nacional, cómo jugar los clásicos, los puntos débiles, y vivirlo adentro de Nacional, las debilidades del jugador de Nacional, se sienten mucho. Nunca tuve que salir por la puerta de atrás por mi pasado en Peñarol o por haber perdido algún clásico. Hubo gente que me alentó, como el presidente de aquel momento, Ceferino Rodríguez, quien me dijo en la presentación que me pedía que rindiera como lo había hecho en la vereda de enfrente. Yo estuve en Nacional, no en contra de la gente de Peñarol. Me dolió lo que me hizo Gregorio Pérez, pero nada más que eso.
-¿Y después de Nacional?
-Estuve dos años en Nacional como te decía, el último con Miguel Puppo. Después, por razones económicas no arreglé un tercer año de contrato. Eso me llevó a volver a jugar a Durazno, más precisamente en el Artigas. Estuve en la Selección mayor con el “Bocha” Maciel y a raíz de mis buenos rendimientos en la selección Huracán Buceo me vino a buscar, cuando Rúben Israel era el técnico. Eso fue en 1997 y estuve dos años en la institución. Luego se redujeron los sueldos y los que pagamos las consecuencias fuimos los jugadores mayores. Volví a Durazno, tuve posibilidades de ir a Perú con Alzamendi, hubieron problemas personales con él y esa chance no se concretó. Tuve la posibilidad de jugar en Bella Vista, en River Plate de Montevideo, pero nada de eso se concretó. Me quedé en Durazno, jugué en Santa Bernardina y en Champagnat, fui Campeón del Sur y del Interior con la Selección, hasta que llegué a un equipo diferente, sorprendente, como fue el Tito Borjas conjuntamente con el grupo Marín. Trajeron a Rúben Paz de Artigas, a Santiago Correa de Montevideo, a Fabián O’Neil. Ahí siempre me cumplieron. Se apuntó a conformar un equipo profesional y esos dos años que estuve en el Tito Borjas sentí que estaba en el fútbol profesional. Después de dos años se disolvió el grupo, no quisieron invertir más, la formación de jugadores estaba mal trabajada. Vine a Durazno y surgió la propuesta del Club Durazno que se incorporaba al profesionalismo, una presentación diferente a lo que hoy se está viviendo. A mi me ofrecieron la Dirección Técnica. Yo aún estaba en actividad en el Tito Borjas pero igualmente acepté. Formamos un plantel, aporté la experiencia que había vivido en el profesionalismo. Lamentablemente no entendieron que se trataba de un proyecto a dos años. Mi proyecto era por ese tiempo, formar jugadores, ver qué potencial teníamos en Durazno, qué nos faltaba para enfrentar una Segunda División, sabiendo yo que era diferente, porque una cosa es jugar un Campeonato del Sur y otra es hacerlo en una Segunda División. Eran los mejores jugadores del interior pero había que rodearlos de gente de experiencia, porque había jugadores que no estaban acostumbrados, eran adaptaciones diferentes, otras obligaciones. Quise cambiarle la cara a la realidad del jugador de Durazno pero no funcionó, la Directiva exigió resultados, perdí contra rivales directos como Fénix, Atenas de San Carlos y con Juventud.
-¿Cuál es el presente de Alfonso Domínguez?
-Estoy jugando en Defensor de Paso de los Toros, siendo el presidente del club Fabián O’Neil. A medida que pasan los años, con mayores responsabilidades de no querer abandonar esto, teniendo la suerte de que si no juego o si no tengo la posibilidad de estar en un equipo, sigo siendo un profesional en todo, en la alimentación, en el cuidado, en el entrenamiento, en lo que pueden decir de mi. Hace un mes y medio que estoy parado, porque terminó el campeonato en Paso de los Toros. Gracias a Dios dimos una vuelta olímpica más con Defensor de Paso de los Toros, estando en un grupo para jugar la Copa del Interior este año. Con 42 años teniendo las mismas ganas de entrenar, salgo a entrenar a mediodía, me cuesta mucho más, pero soy agradecido a que todavía tengo la posibilidad de poder correr, de poder entrenar y de poder jugar. Soy un agradecido a la vida por tener la posibilidad de hacer algo deportivo, de entrar a una cancha, de haber vivido lo que es un vestuario, una vuelta olímpica, un título, amistades, viajes, giras, gracias a Dios estoy rodeado de mi señora y de mis hijos.
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Datos personales:
Nombres: Alfonso Enrique.
Apellidos: Domínguez Maidana.
Apodo: Guacha.
Fecha de nacimiento: 24/09/1965.
Lugar: Montevideo
Peso: 68 kg.
Altura: 1.69 mts.
Posición: lateral.
Trayectoria: Peñarol 1985-1991; River Plate (Argentina) 1991; Nacional 1995-1997: Huracán Buceo 1998-2000.
Partidos con la Selección Uruguaya: 43.

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